domingo, 29 de septiembre de 2013

Pitágoras

Por Alberto Delfino
Observatorio San José

La lógica racional de Grecia y la intuición mística de Oriente



Cien años compartiendo el cielo

Pitágoras fue quizá la primera persona que brillo a través de su doble personalidad, como influyente filósofo natural y carismático líder espiritual, es decir, un científico y un pensador religioso.


Esto no nos debe asombrar porque a mediados del siglo VI a. de C. se produce una época pródiga, sin precedentes en este mundo, cuando descollaron místicos de la talla de Siddhartha Gaetana, el llamado Buda en India, Lao Tsé en China, Zaratustra en Persia y Heráclito en la propia Grecia, todas mentes extraordinarias, contemporáneos de Pitágoras.

Por haber nacido en Samos, algunos autores consideran que Pitágoras fue uno de los últimos representantes de la escuela Jónica, además, estos autores consideran el hecho de que para Pitágoras es posible entender el mundo basándose en principios racionales, una de las principales característica de esa escuela de pensamiento, y también de haberle atribuido a Pitágoras la introducción de la palabra filosofía para designar esa pasión de los jonios por el saber, pero su pensamiento va mucho mas allá de aquellos primeros filósofos Griegos.
Marcada en rojo la isla de Samos, donde nació Pitagoras.
Particularmente me atrevo a pensar que Pitágoras no pertenece a la escuela de Samos porque su obra no surgió del pensamiento lógico, racional e intelectual sino de lo que él llamaba el alma y de su esencia, la intuición, ese impulso que fluye en forma espontanea y que impregno todo su pensamiento con un halo de misticismo, un misticismo sabio y fresco que fue heredado por Platón y Kepler, quedando luego en el olvido por más de dos mil quinientos años, resurgiendo a principios del Siglo XX cuando la teoría de la relatividad y la física cuántica, revolucionaron la forma de pensar y ver este mundo y cambiaron para siempre la relación del hombre con el cosmos.

Un elemento clave en su concepción y fundamentalmente en su relación con el universo es el dualismo alma cuerpo, formando una única e inseparable unidad. Esta unidad alma cuerpo le otorga armonía al conjunto.

El alma condensa en si la forma necesaria para mantener y conservar esta armonía entre todos los componentes del cuerpo con el cual formaba una unidad inseparable y esa armonía se extendía al Universo, El alma es el elemento que mantiene unido al Universo.

Los pitagóricos consideraban al alma como la unidad de todas las cosas, el gran uno todoabarcante, este alma era el que mantenía unida en armonía todo cuanto existía y por ello, consideraba al Universo como un ser vivo, penetrado por una gran inteligencia. Como no existía una palabra para definir este Universo, Pitágoras invento una: “cosmos” lo perfecto, lo armónico.

Pitágoras, hace dos mil quinientos años, intuitivamente concebía el Universo como un todo en armonía íntimamente relacionado, un flujo incesante de energía del que todos formamos parte. (Aunque obviamente nunca utilizo la palabra energía).

Actualmente, parecería que la ciencia necesita conciliar el razonamiento lógico con el misticismo intuitivo a fin de concebir al Universo, como lo pensaba Pitágoras para resolver uno de los mayores problemas de la física del Siglo XXI, que es tratar de unificar la teoría de la relatividad con la física cuántica.

Demostración del teorema de Pitagoras con círculos. Se cumple también? SI. 
Hoy los científicos saben que a medida que penetramos en la materia, la naturaleza no nos muestra ningún “ladrillo básico” aislado, sino que aparece como una complicada telaraña de relaciones existentes entre las diversas partes del conjunto. 

Estas relaciones siempre incluyen al observador de un modo esencial. El observador humano constituye el nexo final en la cadena de los procesos de observación, y las propiedades de cualquier objeto a nivel atómico, solo se pueden comprender en términos de la interacción que tiene lugar entre el objeto observado y el observador.

Esto significa que el ideal de la física clásica, puramente intelectual, ha dejado de tener validez a la hora de hacer una descripción objetiva de la naturaleza.

La separación cartesiana entre yo y el mundo, entre el observador y el observado, no puede hacerse cuando se trata de la materia atómica. En la física de lo extraordinariamente pequeño y de las enormes velocidades nunca podemos hablar de la naturaleza sin al mismo tiempo, hablar sobre nosotros mismos.

Quizás la lógica física mecanicista, occidental y Newtoniana, con los avances del Siglo XX y con los experimentos del Siglo XXI, se esté “pitagorizando” y en ese proceso de misticismo oriental, detrás del intelecto, encuentre al hombre y le otorgue un mayor espacio a su intuición

La ciencia que nació en el cielo, la más antigua de todas las ciencias, la astronomía, sobre todo la astronomía amateur, es una ciencia que ya ha desarrollado su “proceso pitagórico”. 

Bien sabido es que en astronomía, muchos aficionados han realizado descubrimientos importantísimos gracias a su intuición con muchos menos conocimientos que los científicos profesionales - Copérnico, por nombrar solo un nombre-, (ese clérigo polaco encargado de salvar las almas de los hombres), era uno de esos aficionado.

Firma de Copérnico
La astronomía, la ciencia de las grandes distancias, la que nos enseña paciencia y humildad, un día nos enseño que nuestra casa (la Tierra) y el mismo hombre no habitan el centro del Universo, pero después también nos reveló que el hombre es parte de ese universo.

Y mucho más que eso, no solo formamos parte de esa telaraña de inter-relaciones que conforman al Universo (como lo concebía Pitágoras) sino que el hombre es el propio Universo conociéndose a sí mismo. Hoy sabemos que el calcio de nuestros huesos, el hierro en nuestra sangre, el oxigeno que respiramos, el cloro en la clorofila de las plantas, el oro en los anillos de bodas, todo ha sido forjado en los hornos termonucleares de generaciones de estrellas anteriores a nuestro Sol.

Cuando toda la ciencia se "Pitagorise", quizás no encontraremos el alma del Universo, pero sí nos volverá a hablar del hombre y de su conciencia, y empezará a transitar esos caminos que los antiguos trazaron, (los pitagóricos y sus discípulos los peripatéticos), no para poner al hombre nuevamente en el centro del universo sino para ponerlo en su propio centro y para que la ciencia no solo sirva para aumentar los conocimientos y el desarrollo tecnológico, sino también para descubrir nuestra propia humanidad.

Cuando el hombre esté en su propio centro, elaborará un nuevo dialogo con la luz que nos llega de las estrellas. Un dialogo capaz de establecer una relación más estrecha, más armónica (como lo pensaba Pitágoras) entre el hombre y el Cosmos, de manera que cuando elevamos nuestra mirada al cielo, podamos comprender nuestro lugar en el Universo, refundar la visión que tenemos de la naturaleza, aprender a vivir con lo que nos rodea y llegar a tener un protagonismo más responsable.


La ciencia con su razonamiento lógico, nos ayuda a saber en forma más o menos aproximado donde está ubicado el planeta Tierra y el sistema solar al que pertenecemos dentro de nuestro vecindario, la Vía Láctea. Pero entiéndase bien, en el párrafo anterior no utilice la palabra saber sino la expresión “comprender”.

Comprender en el sentido de desarrollar el enorme esfuerzo que significa elaborar la idea intuitiva qué nos defina el lugar donde está ubicado nuestro hogar en el Universo, y entender el delicado equilibrio que nos une a él.

Esto trasciende la ciencia y en particular la física, Ya entramos en esa especulación “dualidad alma-cuerpo” que nos describía Pitágoras, hace ya veintiséis siglos y que la ciencia hoy nos obliga a volver, e indagar en el interior de lo infinitamente pequeño para encontrar respuestas a los enigmas de las distancias inconmensurables del cielo.
Cuando el cuerpo funciona espontáneamente se le llama instinto.
Cuando el alma funciona espontáneamente se lo llama intuición.
Son dos cosas semejantes y a la vez alejadas entre sí (Otra vez la dualidad). Entre las dos cosas se encuentra la mente, la experta, que nunca funciona espontáneamente La mente significa conocimiento. El conocimiento nunca puede ser espontaneo El instinto es más profundo que el intelecto y la intuición está por encima del intelecto. Ambos trascienden el intelecto y ambos son buenos. 
                                                                                    Sabiduría oriental
Buda y Lao Tsé tenían el conocimiento, por eso eran sabios. Pitágoras solo buscaba ese conocimiento y por eso era filosofo, tanto ellos como este, eran místicos.

El sistema geocéntrico.
Pitágoras elaboró la teoría geocéntrica que luego tomó Platón, Aristóteles y muchos más, hasta Ptolomeo. Luego la astronomía dejo de ser Geocéntrica, pero nunca dejara de ser mística, porque jamás revelará todos sus misterios, por más que avance la ciencia, el cielo siempre se guardará algo que develar.

Nosotros, los que conformamos el Observatorio San José, sabemos mucho de esa mística porque la Torre es básicamente misticismo y, al igual que la astronomía, la Torre nunca nos develara todos sus misterios porque ella, es la misma astronomía, y en su centenaria escalera mágica con los noventa y nueve peldaños de madera aceitada, todos los viernes nos transporta hasta el cielo y hace cien años que lo venimos compartiendo.

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