martes, 8 de junio de 2021

El Observatorio “Ñirihuau Arriba”, Patagonia.

Por Daniel Chiesa.

En este relato les quiero contar como desarrollé este proyecto.

Me dedico al astroturismo desde hace unos 4 años, y consideré que poseer un observatorio, aunque sea pequeño, iba a mejorar enormemente la propuesta, y para este cometido investigué algunos emprendimientos que hay en Chile, como el observatorio Cruz del Sur, Mamalluca, Collowara, Cancana por citar algunos. 


También viajé a La Serena, donde me asesoré mucho mas.

Debo reconocer que siempre soñé con disponer de un observatorio, y creo que debo aceptar la influencia de mi padre, que fue astrónomo aficionado también, el fabricaba sus telescopios reflectores, técnica que aprendió en la Asociación Argentina Amigos de la Astronomía. Él también pensó en armar su propio observatorio, llegando a realizar bosquejos, e incluso instalar una base de hormigón en el patio de su casa para la montura ecuatorial por el creada, con ella obtenía imágenes del cielo mediante la vieja técnica del negativo y papel fotográfico, imagínense en 1983, vivíamos en un barrio recién creado lejos del centro de la ciudad de Bariloche, y a una altura considerable, el cielo era cautivante, sin luces urbanas cercanas, y con una ciudad 4 veces menos poblada; hoy día es bastante complicado desarrollar actividades astronómicas en el mismo lugar ya que la ciudad creció, así también las casas, los árboles, la polución lumínica…

Cuando hago las salidas de astroturismo (al aire libre), hay dos inconvenientes importantes en estas latitudes, el frío y el viento, esté último además, hace vibrar el telescopio, pero también contribuye negativamente en la pérdida de calor corporal, así, la experiencia se deja de disfrutar.

El hecho de poseer un reparo genera una gran mejora en estas cuestiones, así que decidí abordar seriamente el proyecto. Tenía dos grandes desafíos, el lugar de instalación del observatorio, y el observatorio en sí; claro que con muy pocos recursos económicos el desafío es aún mayor.

Después de más de un año de gestiones, recorridos en vehículo por la estepa, hablar con propietarios de campos, etc. logré dar con un campo en donde se desarrolla turismo rural, se llama “Las 4 F – Ñirihuau” (Ñirihuau es un vocablo indígena que significa cañadón de los Ñires, siendo el Ñire un arbolito del género Nothofagus, dentro del cual tenemos también a las Lengas, Coihues, Raulí, y varias especies de Chile, Nueva Zelanda, Australia y Nueva Caledonia y Guinea) con quienes logramos hacer un convenio. La ubicación es muy buena, a 23 kilómetros al sur de la ciudad, con un hermoso marco paisajístico, donde destacan unas grandes rocas llamadas “Las Buitreras”, además del río Ñirihuau que también adopta ese nombre.

En sí, la zona es conocida como “Ñirihuau Arriba” por los pobladores, claro, por que existe “Ñirihuau Abajo”, pero ese lugar es cerca de la localidad de Dina Huapi. Cosas de los lugareños…!

Resuelto esto venía el desafío del observatorio, y ahí me planteé tres caminos: adquirir un observatorio fabricado, contratar a alguien para que me lo arme, o hacerlo yo mismo; en los dos primeros casos había que disponer de un recurso económico que no tenía, así que decidí fabricarlo yo. Me ayudó mucho el hecho de ser técnico electromecánico de la escuela industrial de Bariloche, y de poseer las herramientas mínimas (taladro, amoladora, soldadora eléctrica, llaves, destornilladores, etc.)

Comencé haciendo un diseño en papel, una maqueta en cartón, y en febrero de 2020 empecé a comprar (y de a poco) hierros estructurales, tornillos, chapas galvanizadas, etc. Lo calculé con una cúpula de 3 metros de diámetro, adecuada para grupos de no mas de 10 personas, numero bastante bueno para desarrollar este tipo de experiencias.y empecé, aclaro, en el patio de mi casa, pieza por pieza.


Un gran reto fue doblar hierros estructurales, armé un dispositivo de doblado, pero fue muy difícil, no tomaban la forma que necesitaba, e incluso se doblaban en direcciones que no quería, pero logré superar este obstáculo.

Después vino el armado de la cúpula y el sistema de rotación en 360 grados, les confieso que esto fue terrible, después de 3 intentos fallidos lo logré, el inconveniente era que la cúpula apoya en ruedas de portón corredizo, y se salía de las guías de las ruedas, en eso influyó que no logré doblar perfectamente en círculo la base de la cúpula pero lo fui corrigiendo. Una anécdota que me contó Víctor Busso me llevó a instalar ruedas de contención contrarias a las de apoyo para evitar que los grandes vientos patagónicos se la lleven volando, a Víctor en una tormenta se le voló de la torre de su observatorio sin daños ni accidentes por suerte !!!

Otro reto fue la tapa corrediza de la apertura de observación, también 3 intentos!, pero nuevamente lo logré.

Cerré todo con chapas galvanizadas, aún usando guantes me corté en un par de ocasiones.

Numeré todo, absolutamente todo, y desarmé la cúpula, ya que debía armar la estructura inferior y no había mas espacio en mi casa (se supone que la casa se comienza por los cimientos y se termina por el techo, pero aquí fue al revés…)

Fue mas fácil esta parte, quizás el mover hierros estructurales pesados fue cansador, pero sin mayores problemas. Nuevamente numeré todo (incluso en demasía), y desarmé.

Coordiné con un transporte el traslado al campo, nivelé el terreno, y una vez con todas las piezas allá empecé el rearmado, sin mayores inconvenientes. En el diseño y construcción estuve mas de un año, y en este último proceso menos de una semana.


Ya finalizando me quedó por armar el soporte del telescopio e instalar la iluminación (con una cinta led RGB, panel solar y una pequeña batería).

Conclusión: fue una gran desafío, pero no es imposible. El que esté pensando en armarse un observatorio yo le puedo decir que está al alcance de cualquiera. ¡¡¡ Y me pueden consultar así no cometen los errores que cometí yo !!!

Al día de hoy no pude ni inaugurarlo ni empezar a usarlo, las restricciones por la pandemia me obligan a esperar un tiempo.

El Observatorio “Ñirihuau Arriba”, lo hice en memoria de mi papá, Ricardo Chiesa.

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